Llegados al punto en el que vemos que no tenemos rostro y que somos capacidad para el mundo, siempre hay alguien que se da cuenta que seguimos viéndonos la nariz. Para algunos resulta una revelación contradictoria y preocupante: “Me veo la nariz” –dicen- “¿acaso eso no demuestra que tengo rostro y que, en realidad, no soy capacidad para el mundo?”.
Vamos a investigar esta creencia.
Es evidente que los demás pueden ver tu nariz en la mitad de tu rostro. Es la imagen objetiva que tienen de ti.
Pero subjetivamente y desde tu punto de vista, ¿dónde está tu nariz? ¿Está sujeta a algo?
Cuando te fijas en tu nariz, en vez de una cosa definida, situada dentro de un rostro, ¿no ves algo borroso, a veces opaco, a veces transparente… y que veces está a un lado del mundo y a veces en el otro?
¿A qué está “sujeta” esta nariz que ves? Desde aquí no veo que esté fijada a ningún rostro, sino que más bien surge de la nada. Está ahí, brotando desde el Espacio.
Fíjate en lo que ves al otro lado de tu nariz. Se trata de un lugar que sólo puedes ver tú. ¿Hay algo ahí?
Aquí, a este lado de mi nariz borrosa, no encuentro nada. Pero esta “nada” no es una nada cualquiera… es una nada consciente, llena de mi mundo, ¡incluyendo esta nariz!
Mi nariz no se parece a la de los demás. Las narices de los demás son pequeñas y están situadas sobre sus rostros…. Así son las narices humanas. Pero la mía es inmensa, múltiple y emerge de la nada. No se trata de una “nariz humana” (de la misma manera que mi ojo único tampoco es humano). ¡Se trata de la nariz de Dios! He descubierto que, aunque Dios no tenga rostro… ¡si que tiene nariz! (Bueno, más bien que tiene muchas narices!)
Entonces ¿cuál de las dos versiones es cierta? ¿La que dice que eres tal y como te ven los demás, con la nariz plantada en medio del rostro, o aquello que ves desde tu propia experiencia: con “las narices” emergiendo desde el vacío consciente?
En mi opinión no se trata de una cosa ni de otra sino de ambas: todo es perfectamente compatible. Para los demás tengo una apariencia: soy una cosa en un mundo lleno de cosas. Pero para mí mismo soy capacidad para esas cosas… ¡incluyendo mi nariz! Soy consciente de ambos aspectos de mí mismo.
Al olvidarme de lo que me cuentan, o imaginarme que lo que la sociedad, con su sentido común y su ciencia materialista, me dice qué tengo que creer… cuando, finalmente, me atrevo a ver por mí mismo y me tomo en serio lo que veo… ¿con qué me encuentro? ¡Pues me encuentro con un sinfín de sorpresas, cada cual más insólita! Y veo que, todo lo que creía que era cierto sobre mí mismo y el mundo, no eran más que mentiras. La Ciencia de la Primera Persona, Douglas Harding
Anoche nos juntamos para hacer un pequeño taller e hicimos algunos experimentos. El resultado fue bastante positivo y, como siempre, creo que fue más beneficioso para mí que para algunos de los demás que lo estaban probando por primera vez. Había una señora de más setenta años con una memoria impresionante. Se acordaba de su niñez y de que sólo se daba cuenta de que tenía nariz al sonarse los mocos. Decía que su nariz sólo se “manifestaba” cuando llegaba la hora de encontrarse con el pañuelo. A.M. Australia