Publicado en el boletín La Vía sin Cabeza
Este ensayo declara que:
(a) Todos los 'juegos a los que juega la gente' derivan de un juego básico, al que llamaremos el “Juego de la Caras”.
(b) Para estar libres del Juego hay que dejar de jugarlo. A esto (en contextos religiosos) se le da diversos nombres tales como Liberación, Autorrealización, Despertar, Iluminación.
Este es el juego al que casi todo el mundo juega (las excepciones incluyen a los bebés, algunos retrasados mentales y esquizofrénicos, y videntes o iluminados) en el cual el jugador pretende tener un rostro donde no lo hay, y pretende ser lo mismo que es a 0 metros de distancia, de lo que es a 1 metro.
Lleva años al niño en edad de crecer aprender el Juego de la Caras a fondo y jugarlo con convicción. En los siguientes ejemplos, la lección no ha sido todavía aprendida: El niño está todavía (momentáneamente eso sí)) tan carente de rostro como al nacer.
Carlos (1:7), en una fiesta, le pidieron que señalara a varios de sus tías y tíos. Y lo hizo correctamente uno tras otro. Entonces alguien le preguntó dónde estaba Carlos. Movió las manos desorientado - con un gesto que parecía indicar que él estaba libre. Carlos no podía señalar a Carlos. En otra ocasión, cuando le reñían por ser un chico malo, no le preocupó que le llamaran malo, pero objetó que él no era un chico. (Algo más tarde, se acercó a su abuela y le anunció que sí era un chico.)
Joan (2), le dicen que vaya a lavarse. Se dirige al cuarto de baño y comienza a lavar su cara - la cara en el espejo.
Simón (2), le preguntan dónde está Simón, entonces señala directamente hacia el exterior.
Johnny (2:3) le pide a su madre que le haga un retrato. Ella dibuja un círculo que hace de cara, y después le dice: ‘¿Algo más?’ Él le pide que dibuje el tronco, después los pantalones, los pies, las manos (pero no los brazos). Entonces quiere los ojos, así que su madre pinta un par. No obstante, él insiste que quiere más y más ojos hasta que la cara está cubierta de ellos. Entonces declara que el dibujo está acabado.
Andrew (3) tiene un accidente. Va a ver a su amigo y le lleva delante de un espejo para enseñarle los puntos en su cara.
Stephen (3:6), de pie en el cuarto de baño y mirando hacia abajo, hacia su cuerpo, lanza un grito: ‘¡Mamá, no tengo cabeza!’
George (5), le preguntan si tiene un hermano y responde: ‘Sí’. ‘Entonces... ¿tu hermano tiene también un hermano?’ ‘Oh no’.
Mary (5) le pregunta a su madre por qué ella y su hermana tienen cabezas y ella no. Tocando su cabeza anuncia: 'Pero yo no tengo una cabeza aquí'.
Cuando les preguntan dónde piensan, la mayoría de los niños de la clase dicen: 'En nuestras cabezas.' Peter (7) dice que piensa en su libro de aritmética.
Susan (8) es una niña de color en una escuela de blancos. Sus antebrazos y los dorsos de sus manos están doloridos; ha estado arañándoselas para volverlas así de color blanco. En esta fase su cara no es ningún problema.
Caroline (9) está sentada con la familia alrededor de la mesa jugando a las cartas. No puede entender por qué su madre insiste tanto en que ella debería incluirse cuando cuenta los jugadores.
Hakim, escribiendo sobre él a la edad de 10: 'Sabía que mis brazos y mi cuerpo eran de color negro, podía verlos, no obstante juraría que mi cara era blanca y si alguna vez (Shirley Temple) me conociese, ella me devolvería mi amor'.
John (11) intenta - sin ningún éxito - explicar a sus padres que él es 'el espacio en el cual todas las cosas ocurren'.
Fíjate que hay, de hecho, dos clases muy diferentes de carencia de rostro en estos ejemplos. El primero podría llamarse - la mera carencia de rostro - : pasar por alto la presencia de uno (e.j. Caroline). El segundo podría denominarse - la carencia de rostro consciente - : ver la ausencia de uno mismo (e.j. Stephen). Sin embargo, esta nueva percepción breve e intermitente, es una verdadera anticipación de la Liberación o Iluminación del Vidente, descrita como 'volver a ser de nuevo un niño'.
El niÑo está carente de rostro, y el proceso de aprendizaje para pretender lo contrario es un asunto largo y complicado, que comienza casi con el nacimiento y apenas se completa hasta su adolescencia. Hay tres formas de aprender el Juego, que se complementan y refuerzan la una a la otra. Todas ellas son realmente deshonestas.
(1) Construyendo una cara (2) Importando una cara desde otra parte (3) Saliendo en busca de una cara.
Este camino no es visual, se construye sobre los cimientos del tacto, la actividad muscular, la tensión, las sensaciones de calor, del frío, del dolor y así sucesivamente. Desde el nacimiento, la cara del bebé es besada, acariciada, alimentada, lavada y generalmente se trata con mimo, como si se tratase de compensar su evanescencia inherente y se tuviera que corporeizarla de aquí en adelante. A su debido tiempo se añaden pasatiempos infantiles que implican una cierta manipulación facial, y deliberadamente atraen la atención del niño - a lo que a los ojos de los demás- parece ser. En la escuela, también, el trabajo continúa. (El profesor comenta: "¡Vamos a pretender que nuestros dedos son coches para darnos con ellos un viajecito alrededor de nuestra mejillas!")
Según se va creciendo, la necesidad de construir una cara aumenta en vez de disminuir. Se trabaja todavía más en ello: se asiste al ritual diario de lavarse, limpiarse los dientes, peinarse el pelo, prepararse, maquillarse, andando con las gafas de aquí para allá, fumando. (¡Claro que debo tener una cara, ya que mi pipa está metida en ella y además está saliendo todo este humo a bocanadas!)
¿Tiene algún éxito este método? ¿Qué clase de resultados produce, no como juego en sí sino en la realidad?
En vez inventarte una respuesta, ¿Por qué no poner el asunto en cuestión a prueba? Manipula ahora tu rostro a tu gusto. ¿Puedes edificar sobre tus hombros una esfera sólida, opaca, coloreada, tal y como la ves en los hombros de las demás personas? Y, habiendo cimentado una, ¿Puedes tomar residencia en ella? Si esto es así, ¿Cómo se está ahí dentro?
¿No es este primer intento de construir una cara, ahí donde tú estás, un completo fracaso? Es la estratagema del Juego de La Caras: pretender ser de otra manera.
Cuando necesitas algo que no puedes conseguir en casa, lo importas. Aquí es donde entra el espejo.
Al principio, el bebé ignora al otro bebé que está detrás del espejo. Pronto, sin embargo, empieza a jugar a que es su pequeño amigo. Finalmente, aprende que esa cara que hay en el espejo es 'realmente' su propia cara, la de aquí. En su imaginación, tiende su mano hacia ella, la libera del espejo, la lleva hacia él alargándola según viene, la da la vuelta y finalmente se la pone en su espacio vacío sin rostro. ¡Vaya colección de trucos imposibles! - a los que uno mismo juega.
(Una manera eficaz de comprobar si estás jugando al Juego de la Caras, es echar un vistazo al espejo de tu cuarto de baño. Si ves a alguien detrás del espejo en ese segundo cuarto de baño, mirándo fijamente a tu cuarto de baño vacío, significa que no juegas al Juego de la Caras en lo más mínimo. Si simplemente te ves a ti mismo detrás del espejo quiere decir que estás jugándolo bien.
Si mi cara está algo lejos, y no puedo crearla aquí sintiéndola, ni trayéndola de regreso desde otra parte con la ayuda de mi espejo, parece que debería ir en su busca. Si no estoy en la posición de detectar o registar mi cara, debería de algún modo ponerme en el lugar de que aquellos que si la tienen.
Para comenzar, por supuesto, esto es imposible. El niño está al principio completamente centrado sobre sí mismo. Capta el mundo como se le presenta. Pero su gradual y multifacético desarrollo en un humano maduro significa el crecimiento de su capacidad para mover su centro hacia otros observadores y contemplarse a sí mismo como el objeto que ellos ven, desde el punto de vista de los otros. Este es un movimiento crucial en el Juego de la Caras. Crecer es aprender a jugar cada vez mejor este Juego. Significa aprender a saltar cada vez más y más lejos fuera de tu piel (imaginaria a este lado) para poder llegar a verla (real, allí).
(a) En un fiesta el bebé Carlos no puede identificarse por sí mismo. Todavía no está encerrado en un cuerpo. Es inmenso, libre, ilimitado e inseparado del mundo. Ya que carece de rostro no tiene ninguna preocupación de cómo le miran los demás, así que es perfectamente normal que se comporte de una manera desenfadada, espontánea y no haciendo ninguna distinción entre las personas.
(b) Pero esa fase inocente empieza a pasar, y Carlos es cada vez más consciente de que sus padres le miran de una manera muy significativa - le miran con ira o con aprobación, cariñosamente o con desagrado, miran hacia algo no hacia nada.
(c) Carlos, ya niño, asiste a otra fiesta. Este es el turno de ser 'Eso'. Esta vez, se ve repentinamente rodeado de caras, entonces comienza a sonrojarse y a tartamudear. Todas esas máscaras de pensamientos ocultos y llenas de críticas- ¿Qué es lo que están pensando de él? Este comportamiento hace que Carlos sea un chico cabizbajo y que adopte varios puntos de vista. Ya no es inmenso y libre y al igual que ellos se ve ahora a si mismo a través de sus ojos como uno de ellos - como uno que deja mucho que desear.
(d) Unos cuantos años más tarde, un Carlos muy diferente cruza de una sóla zancada la misma habitación - un Carlos que ha aprendido a jugar el Juego de la Cara e incluso disfruta haciéndolo. Esta vez, hace su aparición con seguridad (quien hace esta aparición, de lo que es una apariencia, él no desea saberlo). Todo lo que dice y hace es para impresionar, no para expresar, ya que él está ahí fuera, siendo impresionado por el joven, guapo y encantador Carlos. Los demás están menos impresionados. De hecho están ligeramente incómodos. Se dan cuenta o presienten la falsedad del juego. No disfrutan del espectáculo de ver a un joven Carlos malhumorado y descentrado que no cabe en sí, ya que se ha entregado a sí mismo en vez de atender a los demás.
(e) Ahora Carlos, ya bastante crecido, juega al Juego más duro que nunca y sobre un campo mucho más extenso. El número de participantes a los que debe confrontar e impresionar ha crecido enormemente. Su cara televisiva es familiar en un millón de hogares. Incluso así, está perdiendo. Su apetito de conseguir reconocimiento hace que no se conforme con el que ya posee. Además, a pesar de todo su técnica, el espectador refinado la encuentra más irreal y falsa que nunca. En efecto, se dice: 'No soy lo que soy, pero soy lo que parezco ser.' Está autoalienado.
(f) Todavía puede jugar más fuerte, y obviamente volverse más enfermo; o tomarse las cosas con tranquilidad y arreglárselas de algún manera hasta que muera. Supongamos de una manera optimista que es un jugador moderado: para la sociedad es mutuo hacer caras y tomar caras. Funciona así, más o menos.
Sin embargo sólo es un juego fingido, que se mantiene en plena actividad gracias a las ventajas ocultas que reporta. Oculta nuestro pavor al Vacío; nos permite evitar nuestro verdadero amor e intimidad, de la cual ese vacío es el fundamento. Pero estas ventajas son ilusorias: si nuestro Vacío no es realmente reconocido, se hará sentir de una forma negativa, y al final desastrosa. Para crecer de verdad, para ser natural, libre y estar relajado, para estar completamente cuerdo, incluso para ser práctico, debemos dejar de jugarlo
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Muchos nunca aprenden a jugar el Juego de la Caras con habilidad o convicción, y algunos nunca lo jugaron. Habiendo fracasado o rehusado a tomarse a ellos mismos por el juicio que les hace el mundo, son etiquetados de esquizoides o esquizofrénicos. Comprensiblemente, la discrepancia entre aquellos que carecen de rostro, y la fachada o apariencia que todo el mundo parece que está determinado a poner sobre ellos, demuestra mucho a favor de ellos.
Jung dijo que el esquizofrénico deja de ser esquizofrénico cuando siente que es comprendido; y un método de tratamiento tiene que adaptarse (con sinceridad imperfecta) al lenguaje simbólico del paciente. El psicoterapeuta que no ha optado por el Juego de la Caras, puede en algunos casos servir de mucha ayuda al paciente, apoyándole, con perfecta sinceridad, en lo que se refiere al punto de vista que tiene el mismo paciente. Herbet, por ejemplo, se ve a sí mismo como transparente, como un vacío, hecho de cristal o aire fino; la gente claramente ve a través de él. Está vacío, aún sin nacer, muerto, ingrávido, discontinuo en el tiempo, decapitado, sin rostro, incorpóreo, falto de una identidad personal, está en desacuerdo con lo que ve en el espejo, y todavía aún más con esas odiosas personas que tratan de imponerle un rostro. Todo esto (por variar algo el lenguaje), es básicamente cierto, de hecho es obvio, para todo aquel que no esté jugando el Juego de la Caras. Herbet está demasiado cuerdo, para su consuelo. Tiene que comprender el Juego a los que los demás están jugando; ellos (o al menos su terapeuta) tienen que dejar de jugarlo. Su cura es la de ellos.
Esta carencia de rostro rara vez llega como una cosa caída del cielo. Tampoco es probable que sea conseguida por el estudio o incluso por una solitaria meditación. Normalmente se transmite, y es fácil ver el porqué. Básicamente transaccional, una infección social, el Juego de la Caras es muy contagioso; también lo es dejar de jugarlo. En la compañía de jugadores severos e inflexibles jugamos al máximo. En la compañía de los sin rostro - animales, idiotas, niños - moderamos o disminuimos nuestro juego sin importarnos mucho que cara poner. En la compañía de un vidente, podemos encontrarnos temporalmente decapitados o sin cabeza, así de infeccioso es su darshana (punto de vista).
Si no participo en el Juego de la Caras, puede que algunos a mi alrededor tiendan a hacer lo mismo, aunque su respuesta inicial puede ser la de intensificar su juego en autodefensa. ¿De qué modo les afecta mi cese en el juego? ¿Puede ayudarlos a hacer lo mismo? Hay tres pasos transaccionales. (No sirve de nada leer lo siguiente. Ponte cara-a-cara con alguien - y mira si estás, de hecho, cara-a-cara.)
Supón que estoy sentado enfrente de tí y estoy jugando al Juego - haciendo creer que el montaje es simétrico. Cuento dos - dos pares de ojos, dos bocas, dos narices, dos caras. Coincidimos. Esto quiere decir que estoy dividido: una parte mía ve tu cara allí, mientras que la otra está ocupada inventándose un objeto similar aquí mismo. El resultado de esta escisión es que vislumbro tu rostro en vez de verlo. Y sin duda alguna no asumo lo que veo. ¡Tengo una cabeza propia aquí mismo, gracias! Así que te devuelvo tu rostro, haciéndote casi imposible que rechazes la entrega. Esto es lo que tus padres, y nosotros (tus padres de alquiler) hacemos por tí: las caras que llevamos puestas prácticamente te aseguran que tú deberías llevar un
Ahora supón, mientras todavía estoy sentado enfrente de ti, que me retiro del Juego. Entonces la escena es para mí totalmente asimétrica: cara a-no cara, tu presencia hacia mi ausencia. Esto quiere decir que mi atención está íntegra: como un niño, me guío por lo que veo no por lo que pienso. El resultado, claro está, es que realmente te veo, vívidamente y con un mínimo de distorsión subjetiva. Y aún más claramente, me veo a Mi mismo, en esta pantalla vacía a la que miras fijamente. ¡Estoy encantado de acoger tu cara!
Ahora supón que alegremente das lo que de todos modos yo cojo. Entonces tú, mirándote, ten das cuenta que eres ese espacio abierto, estás construido de esa manera. No hay confrontación; ya no estamos opuestos, sino todo lo contrario, estamos unidos. Estos son los hechos, la base esencial de cualquier relación completa entre Adulto-Adulto.
Sin embargo este resultado no siempre se da así; la última cosa que mucha gente quiere es un alivio por abandonar sus caras, y de la intimidad que da el dejar de jugar a este Juego.
Una de las marcas distintivas de un juego (un juego en el sentido técnico, como defino en el boletín del “Transactional Analysis”) es que cuando un jugador está en peligro de llegar a ser consciente de su juego y de su hasta ahora motivación inconsciente, es probable que sufra angustia. Cuanto más fuerte juegue y más grandes sean las ventajas ocultas que consigue con su juego, más probable es que tenga mayor angustia o resentimiento cuando esas ventajas sean amenazadas.
Todo esto es sorprendentemente aplicable al Juego de la Caras. Las reacciones a su exposición varían bastante. Hay gente que, a causa de una juventud donde fracasaron en acatar las normas sociales, no han aprendido todavía como jugar el Juego con facilidad. Normalmente están encantadas con la idea de abandonar el Juego. Por otra parte, hay personas que han invertido mucho tiempo y esfuerzo en construir una cara, y como resultado han triunfado y alcanzado todas esas supuestas ventajas sociales. Esos son los que con más probabilidad intentarán cualquier maniobra que prometa retirar la amenaza de sus caras ganadas a duras penas.
Por ejemplo, cuando el señor Black, opta por no participar en el Juego, rehusa el continuar jugándolo con el señor White, que es un jugador nato. El señor Black (quizás imprudentemente) intenta explicar el Juego y el por qué de su retirada. White tacha al señor Black de incomprensible, excéntrico, o claramente loco. De cualquier modo, el resultado de los esfuerzos bienintencionados del señor Black provocan que White juegue todavía más fuerte. Alternativamente, White puede estar realmente temblando, en cuyo caso su actitud hacia Black puede fácilmente degenerar en una curiosa mezcla de molestia, aprensión y fascinación. Intenta así de este modo evitar al señor Black, pero en vano. Su amistad parece haber llegado a su fin. (De hecho, si todo va bien, ahora es realmente el comienzo).
Aquí tenemos otro ejemplo más dramático. Normalmente, el monje zen va a su entrevista con el Roshi de bastante buena gana, pero cuando se acerca al borde del Satori, hará todo lo que sea para evitarla y puede que tenga ser llevado a la fuerza ante la presencia del Roshi. En general, el díscipulo que está a punto de ver su Rostro Original (su carencia de Rostro, su Vacuidad) tiende a tropezar con resistencias inexperadas. Su angustia, mientras hace frente a esta barrera, va emparejada a su júbilo según va abriéndose paso a través de la simple verdad de su claridad y transparencia.
'Ver nuestro Rostro Original' es uno de los sinónimos Zen para la Iluminación. '¿Cúal era tu Rostro Original antes de que tus padres te engendraran?,' este es el mensaje de Hui Neng, el verdadero Fundador del Zen. Nuestro Rostro Original está absolutamente libre de características. No es de extrañar que esta doctrina dejara perplejo al joven Tung-shan (807-869), que llegó a ser el fundador del Soto Zen. El acontecimiento de su Iluminación sucedió cuando vió su reflejo en una charca. Dicho de otra forma, situó su rostro humano allá abajo, en el agua, y su Rostro no humano, sin características, por encima del agua. Se miró a sí mismo como si lo hiciera por primera vez, y se tomó en serio lo que vió - así como sus apariencias - en vez de jugar a juegos con todo ello. 'Cuando se abandona el pensamiento', dice un Maestro Zen posterior, 'el Rostro Original aparece'.
Otras tradiciones religiosas, incluyendo el Taoísmo, Hinduísmo (Advaita), Islam (Sufísmo), y la mística Cristiana, tienen sus propias versiones del Rostro Original. Están de acuerdo en lo que tengo que ver, no simplemente darlo por hecho, este Vacío que está situado aquí, en el Centro de mi universo - y que se llena con ese universo. No es que yo deba llegar a estar carente de rostro, tan incorpóreo y tan inmenso como si estuviera en una cuna; sino que yo siempre he sido así, y siempre lo seré, tanto si tengo la honestidad de reconocerlo como si no. Y, después de todo, tiene sentido: el bebé libre del juego, aquí, está obviamente en lo correcto.
(1) Como cualquier animal, el bebé recién nacido es - para sí- una no-cosa, ausente de rostro, inmenso, libre e inseparado del mundo, Primera Persona sin saberlo.
(2) El niño, como ya hemos visto, puede fácilmente llegar a ser consciente (aunque breve e intermitentemente) de él mismo, -como-él-se-ve-a-sí-mismo- Capacidad sin rostro. Aunque todavía también llegar a ser cada vez más consciente de cómo es él -según-le-ven-los-otros-: un humano muy especial en tercera persona, que acaba en una cabeza y una cara. Ambas visiones de él son válidas y necesarias.
(3) Pero según el niño va avanzando en el Juego de la Caras la visión aprendida desde fuera de si mismo, comienza a hacer sombra, a sobreimponerse y - a la larga a ocultar - su visión original desde dentro. En vez de crecer, decrece. Al principio, el contenía su mundo: ahora el mundo le contiene a él - lo poco que de él queda. Se cree lo que los otros le dicen que es, en vez de hacerlo por sí mismo, ya que ya no es más primera persona. Las consecuencias son las que se podrían esperar. Así, reducido de ser la totalidad de la representación, a sólo una parte insignificante de la misma, hace que se vuelva codicioso, rencoroso, asustado, alienado, falso y cansado. Codicioso, al intentar recuperar y acumular, a cualquier precio, tanto cuanto sea posible su imperio perdido; rencoroso, al intentar vengarse de una sociedad que le ha bajado los humos cruelmente; asustado, al verse como una cosa a merced de las otras cosas y en lucha con ellas; alienado, porque es la naturaleza de una cosa mantener la distancia con respecto a las otras; falso, al ponerse una máscara tras otra para cada persona y cada ocasión; cansado, por la gran cantidad de energía gastada en la construcción y mantenimiento de estas apariencias, en vez de dejarlas marchar a donde pertenecen - a los demás. Todos estos problemas - y muchos otros - derivan de su pretensión básica, el Juego de la Caras, ya que imagina (contrario a toda evidencia) que es a cero metros lo que parece ser a dos metros de distancia: o sea, un montón de materia sólida, opaca, coloreada y definida. Resumiendo, está fuera de sí, se ha vuelto excéntrico y autoalienado.
(4) Ahora, en esta etapa, ve a través del Juego. El jugarlo se detiene momentáneamente. Esta visión inicial es la simplicidad de por sí. Una vez que se ve, nada puede ser más obvio que nuestra carencia de rostro. Los resultados, incluyendo el quedar libre de codicia, odio, miedo y desilusión, sólo están asegurados mientras se le preste atención a la Claridad de aquí (la cual es la Libertad en sí). Instantes o vislumbres de Claridad no son suficientes.
(5) Ahora empieza la parte difícil, que es la continua repetición de esta visión descabezada de la nada, hasta que se convierta en algo totalmente natural y sin nada especial. Por fin el Juego termina. Está fuera del juego, está Liberado, Despierto, Iluminado, es realmente la Primera Persona.
Esta Primera Persona del Singular Consciente, o Iluminación ha estado produciéndose aquí y allá durante los últimos 4.000 años, y ahora parece ser una cosa mucho menos rara. Se extenderá, a pesar de las enormes resistencias que todavía pone la sociedad. Por suerte, la supervivencia de la raza puede muy bien depender de esta apropiada condición, si no universal, por lo menos la norma reconocida, la cual por contra será indicativa de la verdadera salud mental.
No hay ningún límite al número y variedad de los juegos que continúamente derivan del Juego de la Caras, y no hay ninguna otra forma de quedarse libre de ellos sino la de enfrentarlos desde la fuente. El Juego de la Caras es la raíz, y todos los demás juegos a los que juega la gente sólo son ramificaciones. Tiene sentido, en ese caso, cortar la raíz y dejar que las ramas se marchiten por sí mismas.
Hasta que no lo compruebes por ti mismo, todo esto no son más que palabras. Aquí tienes una hipótesis de trabajo. Llevarla a cabo no es necesariamente tan difícil como puede parecer. Aunque el Juego de la Caras es universal, se está haciendo todo el tiempo cada vez más evidente que es un Juego completamente inviable y absurdo.